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El vaso siempre medio lleno. Caótica e inestable. Una virtud por cada diez defectos.

lunes, 31 de enero de 2011

Noches de reflexión

Me enervan los espacios incompletos y los pasos de cebra a medio pintar que se difuminan con la niebla del asfalto gris. No soporto la gente que mira las cosas de reojo y que no sabe sonreír como es debido, ni a los supersticiosos que maldicen a los gatos negros mientras tú los acaricias y los mimas, a la gente que toca madera cuando se rompe un espejo o que necesita pasar por debajo de una escalera para anular su mala suerte. Detesto los anuncios que te incitan a hacer o pensar cosas inútiles, que te manipulan e intentan controlar con un fin que sólo les beneficie a ellos, detesto la indiferencia con la que hablan los adolescentes sobre los estilos de música y sus respectivos grupos, detesto la sensación de sentir soledad cuando estás rodeada de miles de personas, detesto cuando el semáforo cambia de color en el último segundo y me aleja de tus besos, detesto  muchas cosas, detesto demasiadas cosas, te detesto a ti, me detesto a mi, detesto a este mundo, pero adoro detestarlas aunque también deteste adorarlas.
Detesto, pero no odio, odiar odio pocas cosas, cosas que realmente me irritan o me causan verdadero pánico.
Odio por ejemplo el mar abierto, su incertidumbre, su oscuridad, sus peligros, odio las pesadillas que me produce imaginarme perdida en un océano a la deriva de cualquier mar y sin la ayuda de ningún barco a miles de kilómetros a la redonda. Odio también la dependencia a cualquier cosa, producto, persona, animal o sensación. Odio la necesiad de sentir que debes mostrar que eres dependiente de todo aquello y que lo necesitas para continuar adelante, por mucho que te cueste admitirlo. Odio la dependencia, te acaba fundiendo por dentro y acomplejando cada pensamiento, vuelve tu carácter monótono y lo sustituye por la obsesión hacia lo que se desea, no te permite mirar más allá de donde se situa tu objetivo y eso nos acaba hiriendo. El mar y la dependencia me producen verdadero pánico.
Odio el humor negro porque amo los diferentes colores de piel y detesto a las personas que discriminan por ello, odio el color rosa por pura y simple mania, odio la religión por motivos que me canso de repetir, odio la política y la corrupción, la injusticia y la avaricia que suelen ir cogidas de la mano. Odio cosas porque sí, odio con motivo, con motivo porque me irradian terror y sin motivo por pura manía.
Soy simple y compleja, tengo demasiados defectos, probablemente más defectos que virtudes, odio la perfección, por eso adoro que nadie sea perfecto.
Me gustan las grandes sonrisas que no tienen miedo a ocultar nada, amo la sensación de libertad y adoro tantas cosas que jamás podría acabar la lista.

3 comentarios:

  1. Yo también amo la sensación de libertad, tanto como que nadie sea perfecto! :)
    Aunque en cuanto a lo de que nadie es perfecto... yo pienso que siempre hay alguien perfecto (con defectos que nos parezcan tan perfectos como sus virtudes) en el mundo esperando a ser encontrado, es solo cuestión de suerte para el que lo encuentre, como una lotería :)

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  2. :D quizás tengas razón, pero también depende de tu propia definición de perfecto, porque quizás lo que para nosotras sea simple habrá alguien que lo conseidere perfecto y quien sabe, seguro que hay alguien que ha encontrado a la persona perfecta, según su definición claro hahaha

    PD: muchísimas gracias por pasarte!

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  3. Comparto muchas de tus animadversiones, ¿por qué hay gente que se empeña en ser cenizo y amargar la existencia a los demás, solo por el hecho de no saber saborear la vida? ...gloriosa imperfección.
    Freedom always!
    :)

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