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El vaso siempre medio lleno. Caótica e inestable. Una virtud por cada diez defectos.

domingo, 24 de octubre de 2010

Una manta de abrazos.

Tendidos en el manto verde del césped, cegados por el Sol, del que solo unas pocas ramas de árboles nos protegían, escuchando el tintineo del agua cayendo de una fuente, un poco más adelante. Una niña de pelo tan rubio como tu sonrisa se desliza por el tobogán situado a escasos metros hacia la izquierda, verificando la ley de la gravedad. La fórmula matemática que tantos enigmas ha resuelto, convertida en pequeña alegría. Como me gustaría que esa niña siguiera sonriendo eternamente, es un encanto.


Me susurras al oído, me extraes de mi extraño mundo para darme paso al tuyo. Te miro. Tus ojos pasan de los míos, hacia mis labios, y después hasta el infinito azulado. Yo sigo tu mirada


-Hoy en día nadie mira el cielo.- dices mientras vuelves a fijar tu mirada en la mía, haces que mi nariz choque con la tuya y te ríes.


Me río al sentir tu risa, soy incapaz de decir nada, solo río y pienso ...


¿Quien querría mirar el cielo común cuando hay otro aun mas bello?
Todo el cielo que quiero lo encuentro en tus ojos, incluso las estrellas se alojan allí. En ese cielo también se pueden ver constelaciones, lunas y planetas. Es hermoso.
No creo en el paraíso, pero si existiera, tú serías el mío.- me hubiera gustado decírselo, pero me sentía muda. Muda de felicidad, como si se hubieran transformado todas mis palabras en sonrisas. Junto a él era de esperar. Que diferente y brillante se veía el Sol reflejado en sus pupilas.


No necesitaba mirar al cielo que todos conocemos, ese día apenas lo mire. Tus besos me distraían.
Solía fijarme en los diferentes matices de azul, en el espesor de las nubes, en su color, en las formas que dibujaban, en como se van alejando ... ese día no.
Casi ni me percaté, solo recuerdo que apenas había nubes, hacia calor y el cielo era azul, azul a secas, sin especificar, azul alegría.


Era agradable, pero aun más agradable cuando posabas tus labios junto a los míos.
Nunca me habían besado como hasta entonces, tampoco lo han vuelto a hacer.
Todo un desfile de mas de mil sensaciones que no permitían concentrarse en una sola, haciéndome sentir una extraña confusión, como un océano tormentoso, que más tarde calmaría su oleaje escribiendo en cada una de sus playas mi sinónimo de felicidad. Tu nombre.



Si existieran todo tipo de sábanas, créeme que compraría tus abrazos. No sé cómo, ni con qué los cosería, pero de cualquier forma los uniría haciendo de ellos una enorme sabana, que en los días de primavera me recordara lo cálido que era abrazarte y lo mucho que calaba tu aroma atrapada en tus brazos.


Ese día te abracé mucho.

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